viernes, 28 de diciembre de 2012

Bomberos



2012

Un día por fin mi abuelo consiguió un trabajo fijo. Habían pasado más de veinte años desde que llegaron de España recién casados, él y mi abuela, cuando lo nombraron cuartelero del Destacamento de Bomberos de Ramos Mejía.
Le gustaba contarme historias de ese tiempo. El momento decisivo del relato llegaba en los segundos cruciales entre los que mi abuelo recibía el aviso de incendio, colgaba el teléfono y hacía sonar la alarma.
Llevaba ya mucho tiempo jubilado cuando se incendió un depósito de pinturas en el fondo de la ferretería del barrio. Mi abuelo estaba muy mayor, pero recuperó el apuro y llegó a la ferretería al mismo tiempo que los bomberos. Corrí detrás de él, por si acaso.
Sólo el oficial lo reconoció. Los demás eran muy jóvenes.
Después de sacarlo varias veces del borde de las llamas e insistir para que permaneciera al otro lado del vallado, el oficial comprendió -o recordó- que era inútil contradecirlo y le encargó que sostuviera un tramo de manguera. Con una mezcla de vergüenza y agradecimiento vi cuando le asignaba al más joven, la exclusiva tarea de vigilarlo.
Esa noche, el abuelo regresó a casa en autobomba. Feliz.
Tenía ochenta y tres años cuando comenzó con aquella costumbre de avisar: “todavía no”. Lo hacía a modo de despedida antes de dormir.
Una noche de julio se acostó sin avisar, y murió a la madrugada.
Al día siguiente llegaron al velorio cuatro bomberos con uniformes de gala. Saludaron, y pidieron permiso para despedirlo. Se ubicaron a ambos lados del cajón para dedicarle  venias, saludos y silencios sincronizados con precisión. Voces de mando que sólo ellos entendían. Se hubiera podido llevar la escena al cine como final de una epopeya.
Después, uno de los bomberos se acercó a mi abuela, sostuvo sus manos y le habló bajito al oído. Ella lo miraba sonriendo. Asintió con la cabeza dos veces.
Pequeñísima en su silla de ruedas, mi abuela sonreía con ternura a aquella despedida que él hubiera disfrutado tanto.

7 comentarios:

  1. "aquella costumbre de avisar" ...toda una reflexión sobre la vida va contenida en esa frase. Como siempre, la ternura ilumina todo el texto. Un placer leerte. Margarita

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Margarita. Por la lectura y también por el comentario.

      Eliminar
  2. Pleno de ternura es el inicio, "Un día por fin mi abuelo consiguió un trabajo fijo", porque en esa sola frase se define la nostalgia del recuerdo, esas pocas palabras muestran a la nieta escuchando al abuelo, viéndolo, y sin comprender comprendiendo luego al final el honor de haber tenido un abuelo en una profesión de tanta entrega como pocas, gracias Cecilia, que linda lectura para cerrar el año. Daniel

    ResponderEliminar
  3. Me encantó tu texto, lleno de ternura, amor y recuerdo imborrable del abuelo bombero. Gracias!
    Lilly

    ResponderEliminar
  4. Ceci,
    el relato tan fiel a vos
    Muy bello.
    Me quedo ,con tu permiso, a leerte
    Va mi abrazo
    Cyn.

    ResponderEliminar